Toulouse-Lautrec: el sueño de un aprendiz...

Henri de Toulouse-Lautrec
Henri de Toulouse-Lautrec


Con los latigazos de mi anterior patrón no me adormecía”. Toulouse Lautrec.

Como comentaba en el post anterior, en 1882 y gracias a la intervención de su tío Charles, consiguió convencer a toda su familia para comenzar una nueva etapa en la ciudad de la luz, con el firme objetivo de convertirse en el mejor pintor que había conocido el mundo hasta aquellas fechas.

         Sus primeras obras se registran bajo las órdenes de Princenteau, en cuyo taller trabajó sin descanso realizando figuras de animales llenas de vida y movimiento.  Al ver estas obras, su mentor decidió llevarlo a un taller más prestigioso, donde pudiera dar el salto definitivo como pintor profesional. Así fue como conoció a León Bonnat, su segundo mentor, y con el que pasó quince eternos meses, pues Henri no sentía demasiada simpatía por su maestro y, a regañadientes, aceptó crear obras bajo una línea de colores oscuros y temas relacionados con la mitología y la Historia.

La suerte llegaría a la vida de Toulouse Lautrec a finales del verano de 1883, cuando Bonnat cerró definitivamente el taller para convertirse en profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Comenzaba aquí la etapa más feliz del joven pintor francés: la época dorada de la bohemia de París

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