La nuit...
"El cuerpo de la mujer, un bello cuerpo de mujer, no está hecho para el amor. Es demasiado exquisito”. Toulouse-Lautrec
Con el despertar de la noche parisina,
comenzaron a aparecer los “café-conciertos” por toda la ciudad. Eran locales donde la gente se reunía para comer, cantar y beber bajo el halo de una luz
irregular y los bailes de sus sensuales bailarinas. Le Chat Noir -situado en el Boulevard Rochechouard- fue el primer
cabaret artístico de París y, en él, comenzaron a reunirse por primera vez el Club de los Hidrópatas (al que el joven
pintor estaba unido) para recitar poemas, componer música, beber y cantar hasta
la saciedad. Al amparo de este nuevo
renacer de la ciudad, surgieron también otros cafés a los que el grupo de
amigos solía encomendar sus noches de bohemia: la Cigale, la Boule-Noire,
los Decadents o el Divan Japonais. Todos estos lugares van a ser
la principal fuente de inspiración y los primeros mecenas del joven
Toulouse-Lautrec como pintor profesional.
Para la realización de sus carteles y
sus primeras obras, Henri tomaba como modelo a las cantantes y bailarinas de
estas salas de conciertos, entre las que destacan las famosas Jane Avril (muy
delgada, pálida y vaporosa): de la que se comentaba que tuvo infinidad de
amantes, pero solo un pintor, ya que regalaba cuadros de su amigo Toulouse-Lautrec
a cada uno de los desdichados que sucumbían a sus encantos para compensarles el
dolor emocional tras abandonarlos; la actriz y cantante Yvette Guilbert (del Moulin Rouge), May Belfort (de los Decadents), May Milton, Loïe Fuller (del
Folies Bérgere), etc.
A esta misma etapa pertenecen las
obras realizadas bajo el título “Ellas" -en las que el pintor francés retrató a varias amigas prostitutas que trabajaban
en los burdeles de París, locales de los que Toulouse-Lautrec era asiduo-. Tanto es así que, sus noches en estos lugares
de rebelión contra la forma institucional burguesa del amor, terminaron por
dejarle en herencia más de 50 obras entre las que se engloban cuadros, dibujos y
litografías.
Fue el propio pintor Édouard Vuillard quien
reafirmó la predilección del pintor por estos locales, argumentando lo
siguiente: <<Lautrec asumió el lema “beber, pintar y amar” y
terminó siendo un gran pintor, un alcohólico con ataques de “delirium tremens”
y un sifilítico. Encontró una afinidad entre su propia condición y la penuria
moral de las prostitutas…>>.
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