Demencia de Doña Juana de Castilla (2ª parte)
Demencia de Doña Juana de Castilla (detalle), 1866
Óleo sobre lienzo, 238 x 313 cm
Museo del Prado, Madrid
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Burgos, 26 de septiembre de 1506: en
el interior del Palacio de los Condestables de Castilla acaba de fallecer el
rey Felipe el Hermoso. Según las fuentes de la época, el rey –que solo
gobernó durante dos meses- falleció a los pocos días de beber agua muy fría
después de terminar un juego con la pelota. Las altas temperaturas de su
cuerpo, en contraste con el agua helada, hicieron que el joven entrase en
un profundo sueño del que ya no despertaría nunca más.
Demencia de Doña Juana de Castilla (detalle), 1866
Óleo sobre lienzo, 238 x 313 cm
Museo del Prado, Madrid
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Su esposa, Doña Juana la Loca, que ha
permanecido inmóvil a los pies del lecho, recuerda en esos momentos las palabras que una vez le confió un monje
cartujo: el rey conseguiría sobreponerse a la fiebre y esquivar los ojos de
muerte si era velado día y noche durante los siguientes
catorce años. Aún le queda una última esperanza y no
la va a desaprovechar. Tiene que darse prisa para que su séquito traslade el
cadáver del rey a otra estancia más cómoda para permanecer allí, quieta, junto al cadáver de su marido tal y como le indicó aquel monje.
Demencia de Doña Juana de Castilla (detalle), 1866
Óleo sobre lienzo, 238 x 313 cm
Museo del Prado, Madrid
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La reina aparece de pie y apoyada sobre un sillón donde observamos su escudo. Todas las miradas se dirigen a ella. Dos nobles y un clérigo de la corte intentan sacarla de su abismo. No podían creer lo que estaba sucediendo. Pero a pesar de las súplicas y los ruegos de estos para hacer ver a la reina la cruda realidad, Juana la Loca les hace un tímido gesto con las manos y les invita a guardar silencio: sus voces podían despertar el profundo descanso de su amado. Tiene la mirada perdida y fría. Sus ojos tienen esa expresión infinita de ternura, desesperación y falta de cordura… Ahora nadie podrá arrebatarle a su esposo. Ni siquiera la muerte podrá llevárselo.
Demencia de Doña Juana de Castilla (detalle), 1866
Óleo sobre lienzo, 238 x 313 cm
Museo del Prado, Madrid
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Este elemento
metafórico de las rosas marchitas y esparcidas por el suelo también lo
recrearán otros artistas como Antonio Muñoz Degrain en su obra
Los amantes de Teruel. Aquí se aprecian los cirios apagados y las rosas por el suelo que simbolizan el triste final de la vida de estos dos jóvenes.
Los amantes de Teruel (detalle), 1884 Óleo sobre lienzo 330 x 516 cm Museo del Prado, Madrid |
Los
fuertes recursos dramáticos, la eliminación de los detalles para centrarse en
la intensidad de la escena, la naturalidad y la dulzura con la que Vallés trata la demencia de Doña Juana, hacen de esta obra un elemento clave de la
pintura histórica española.
-Fin-
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