Anton Van Dyck...
Autorretrato, 1613-1614 |
“…Copió y
pintó las mejores historias, pero su principal ocupación eran las cabezas y
retratos, de modo que pintó muchas láminas de papel y abundantes lienzos, y
sumergió su pincel en los buenos colores venecianos…”
Giovanni P. Bellori, 1672
Con estas palabras, Giovanni P. Bellori -el famoso
biógrafo italiano del siglo XVII- describió el estilo y la forma de trabajar de
Anton Van Dyck (1599 – 1641), uno de los pintores flamencos más destacados -junto a Rubens- del panorama artístico del siglo XVII.
Séptimo hijo de un rico comerciante de
Amberes y huérfano de madre desde muy temprana edad, el joven Van Dyck empezó a
tomar contacto con el mundo del arte y, desde 1615, cuenta ya con su propio taller de pintura
y la compañía de un aprendiz.
De entre sus numerosos viajes por
Europa y sus amistades más destacadas, podemos señalar a Rubens, con el que
trabará una estrecha amistad y del que fue discípulo y colaborador en numerosos
cuadros.
Será gracias a la influencia de Rubens
y al esfuerzo y dedicación que el joven ponía en cada una de sus obras, por lo que no tardará en recibir los primeros encargos. De entre su producción de pintura religiosa y mitológica, cabe mencionar
la más notable de todas: el retrato realista. Este será el género por el que se le conocerá
en los anales de la Historia del Arte.
Pero, como pintor ambicioso y vanidoso
que era, decide abandonar Amberes porque no puede soportar estar a la sombra de
Rubens y, en 1620, comenzará su andadura por varios países, donde tomará contacto
con las obras de Tiziano y Giorgione que darán el punto y final a
la evolución de su estilo.
1632: Van Dyck ha logrado consolidarse como pintor
profesional y aclamado retratista de la corte y la nobleza inglesa. Tras realizar más de 350 retratos -entre
los que se encuentran 37 del rey y unos 35 para la reina- Van Dyck decide abrir un taller mucho más grande y
aumentar el número de ayudantes para poder abarcar cada vez más y más encargos.
Pero, después más de 30 años dedicados a
la realización de retratos, los dos grandes fracasos a los que se enfrentó –conseguir el proyecto para los frescos del pabellón de caza de Felipe IV en
Madrid y una serie de pinturas para la decoración del Louvre- más los primeros síntomas
de su enfermedad, hicieron que el joven Van Dyck decidiera pasar sus últimos días de su vida en
Inglaterra, donde falleció el 9 de diciembre de 1641 a la temprana edad de 42
años.
Su legado artístico es rico y extenso y,
cómo no, aquí os presento una minúscula parte de la colección, que poco a poco os iré comentando…
El baño de Susana, 1621/22 |
Sansón y Dalila, 1630 |
Retrato de María de Médici, 1631 |
El príncipe Tomás Francisco de Saboya, 1634 |
Amor y Phique, 1639-1640 |
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